La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

martes, 21 de mayo de 2013

La LOMCE, una ley para la exclusión

A los defensores del Proyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad de  la Educación, el PP y sus palmeros encabezados por la Conferencia Episcopal Española, se les llena la boca con un montón de expresiones huecas, entre las que destaca la de "educación para la excelencia".
Mi condición de maestro de escuela, aunque ya jubilado, me hace buscar ejemplos simples y fáciles de entender para las mentes de los más pequeños. Por esa razón, voy a tratar de explicar que es eso de la "excelencia" con una simple historia.

Erase una vez un entrenador de atletismo al que le pusieron al frente de un grupo de 50 chicos y chicas de 10 años, con el encargo de entrenarlos para correr en el futuro los 110 metros vallas.
Como buen profesional del asunto, el entrenador preguntó cuál era el objetivo que se pretendía. Y los responsables del proyecto le dijeron que lo que se pretendía era que alguno de aquellos chicos y chicas pudieran llegar a competir en los Juegos Olímpicos y, a ser posible, con opciones de medallas.
Así pues, con le objetivo claro y con todos los recursos a su disposición, el buen hombre se puso a la tarea.
Los explicó la técnica de la salida y del salto de las vallas, así como la necesidad de trabajar duro para conseguir llegar ser olímpicos.
Comenzaron a entrenar. Al principio colocó las vallas a poca altura, y progresivamente las fue subiendo. A medida que las dificultades iban en aumento, los chicos y chicas que no los superaban eran eliminados del grupo y derivados hacia otro tipo de pruebas, e incluso, los menos hábiles en el salto y los más lentos, eran expulsados de los entrenamientos, para no dificultar el progreso de aquellos y aquellas que iban progresando en la excelencia.
Con el tiempo, el grupo quedó reducido a tres chicos y cuatro chicas, aquellos que habían conseguido ir superando con éxito todas las fases del duro y exigente entrenamiento.
Y cuando llegó el día de las pruebas para obtener los tiempos que permitirían acudir a los Juegos Olímpicos, dos chicas y un chico lo consiguieron ¡El objetivo estaba cumplido! Ahora solo quedaba esperar que en su momento, alguno de los que se habían clasificado, obtuvieran alguna medalla o, al menos, algún diploma olímpico.

El objetivo estaba cumplido, sin ninguna duda, pero, ¿alguien preguntó que había sido de los otros 47 chicos y chicas que habían comenzado los entrenamientos? ¿Se habían apuntado a otra disciplina o habían abandonado todo tipo de deporte? ¡Da lo mismo! El caso es que ¡tres de ellos habían llegado a los Juegos Olímpicos!
Ese es lo que persigue un sistema educativo que pone por encima de todos los demás el objetivo de la excelencia.
¿Puede una sociedad como la de nuestro país permitirse semejante desatino? ¿Vamos a consentir que para que tres lleguen a los Juegos Olímpicos, 47 se queden tirados en el camino?
Yo desde luego, NO ESTOY DISPUESTO

P.S.: Espero y deseo que nadie del mundo deportivo se ofenda por el ejemplo. No es mi intención.

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