La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

sábado, 29 de diciembre de 2012

La religión


En las páginas de Opinión de "EL NORTE DE CASTILLA" del 29.12.2012 se publica un artículo de Ángel Luis Inurria bajo el título "La religión".
Dado que no he sido capaz de localizarlo en su edición digital, y como creo que es de mucho interés su lectura, lo publico íntegramente en este blog, para poder difundirlo en las redes sociales.




La religión
Ángel Luis Inurria

“Olvidémonos de la solidaria y universal educación ciudadana, que solo sirve para facilitarnos una correcta convivencia durante los cuatro días de paseo terrenal, y aceptemos la religión impuesta”

Creo que si el hombre fuera inmor­tal no existirían las religiones, y que también, alcanzado dicho es­tado, es posible que aspirara a mo­rir, pues siempre se persigue el sue­ño inalcanzable, el que rechaza la razón, que insiste en recordar nos, aunque está oculta, que tenemos fecha de caducidad. Por ello, conforme pasan, transcurren, los tiempos y los días, surge la incertidumbre sobre el inevitable viaje final, cuyo destino, tan desconocido como temido, se aproxima inexorablemente, día tras día. ¿Cómo puedo dejar de existir, con la enorme intensidad con la que pienso, con la que siento, con la que vivo, con mi inabarcable voluntad de pervivir, y si además no quiero, cómo voy a ir contra mí mismo? Una cosa es el cansancio, refu­giarse en el sueño reparador, dejar de pensar, de ser, de sentir, de existir, pero solo por unas horas, para recargar pilas y retornar a la vida. Pero más allá del deseo, la vida expone a nuestro examen cuerpos sin vida, cadáve­res, y nos adelanta nues­tro propio destino: el sue­ño eterno.
La muerte física es real, vale, se puede ma­tar el cuerpo, privarle de vida, pero... ¿y el alma?, cuyas potencias dicen que son memoria, volun­tad y entendimiento, algo así como el ordena­dor que guía nuestras ac­ciones, incluso cuando dormimos. ¿Seguirá exis­tiendo tras la muerte fí­sica? Los egipcios ya di­ferenciaban entre el 'ba' y el 'ka'. En fin, en cual­quier tesitura podemos aferramos a la esperanza, sin ella se genera la an­gustia, el conflicto exis­tencial que nos conduce a la tragedia, esperanza que encontramos en la religión, mejor dicho en las religiones, que las hay  para todos las gustos.
Puestos a creer, es decir, ser creyentes, lo más aconsejable es serlo de la católica. En la India y otros lugares piensan, creen, en la reencarnación; o sea, si son pobres y sufren, es debido a que en su vida anterior han sido malos, pero si en su exis­tencia actual son buenos, es posible que en su pró­xima vida terrenal se re encarnen en un próspero comerciante; no es resignación cristiana, pero al menos es resignación, actitud, que algunos con­funden con la virtud. Pero creo, insisto, que es mejor la religión católica, pues aunque seas malo, mala persona, y no hayas compartido los bienes que hayas gozado, tal vez conseguidos por el ejer­cicio de la corrupción, por undargariescas influen­cias u otros canales de los que brinda nuestra so­ciedad, si te arrepientes antes de morir, como Faus­to, más allá de las víctimas que hayas dejado por el camino, serás perdonado e irás al cielo; pero si eres currante, también podrás des hipotecar tus menos mortales pecados en el balneario del purgatorio y una vez recuperado acceder al hogar ce­lestial 'ad etemum'.
Tal vez por ello, para beneficiarnos, paternal­mente quieren inducimos a que estudiemos la asignatura de religión en el cole, pero no todas las religiones para que elijamos las que más nos con­venza, como hacemos con las distintas ramas de ciencias o de letras, y comprendamos mejor a nues­tros semejantes, pues piensan que la buena, la más guay, es la católica, apostólica y romana, a pesar de que ni ellos, quienes la imponen, se atre­ven a negar la existencia de la libertad de culto. Tiene su lógica, pues estamos en un país/Esta­do/reino/nación en el que siempre hay alguien que nos explica las cosas, las que no se entienden e incluso las que son comprensibles, algo natural, pues nunca se han propuesto formamos para que deduzcamos por nosotros mismos, no vayamos a luteranizarnos.
Más allá de esperanzarnos en otra vida, la religión es útil pues en su nombre se pueden  postular determinadas con­ductas, pretextos religio­sos que han amparado a veces singulares barba­ries. Recuerdo ahora que los antiguos textos de los pasados planes de Bachi­llerato, en los que se es­tudiaba la historia sagra­da, la moral  y el dogma, decían que no era peca­do matar en guerra jus­ta, aunque en ningún lu­gar indicaba a qué auto­ridad concernía su dicta­men, a pesar de que to­dos sabíamos quién se arrogaba dicha responsa­bilidad. Pero mientras nosotros estudiábamos los libros de Villapun Sancha, otros niños, en otras geografías, se ins­truían en lo que decían diferentes textos que en­señaban otras religiones, mientras rezaban a otro Dios con los mismos propósitos bienintencionados que nosotros, más o menos.
Al igual que uno mama su lengua desde la cuna, más allá de los planes de estudio que también la imponen, lo mismo ocurre con la religión, pocos individuos abandonan la que han aprendido en su círculo familiar, y la que en su entorno les ha catequizado y socializado. Son mínimas las ex­cepciones de quienes lo hacen. Ellos lo saben.
Así, que bueno, que vale, olvidémonos de la solidaria y universal educación ciudadana, que solo sirve para facilitamos una correcta conviven­cia durante los cuatro días del paseo terrenal, y aceptemos la religión impuesta. Además, como se observa entre quienes la practican, no será ne­cesario que cumplamos sus cristianos preceptos para conseguir vivir en la opulencia del triunfo y, por si fuera poco, al final, como está de moda, po­demos oficiar la ceremonia ritual de la petición de disculpas, decir lo siento, y alcanzaremos la gloria tras el generoso perdón. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario