La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

martes, 18 de septiembre de 2012

La “carta del Rey”

En la recién estrenada página web de la Casa Real, el Jefe del Estado se nos despacha con una carta en la que, entre otras cosas, apela a los “valores de la Transición Democrática” para que “todos unidos” seamos capaces de salir de estos momentos de “difícil coyuntura económica, política y también social que atravesamos”.

Antes de exponer las opiniones que esta carta me merece, quisiera recordar, pues parece que todos los analistas que hasta este momento he leído lo han olvidado, lo que la Constitución Española de 1978 dice respecto de las funciones y la responsabilidad del Rey como Jefe del Estado:

Artículo 56
1. El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes.
2. Su título es el de Rey de España y podrá utilizar los demás que correspondan a la Corona.
3. La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65.2.
(El subrayado en negrita es mío)

Es decir, que en función de dicho artículo de nuestra carta magna, tengo que dar por supuesto que la cartita de marras era conocida por el Gobierno antes de su publicación, y además que tiene el refrendo del mismo, dado que la persona del Rey “no está sujeta a responsabilidad”, siendo responsable el gobierno de “todos” sus actos como Jefe del Estado.

Aclarado lo anterior y sabiendo de quien es la responsabilidad de la carta, la misma se las trae con abalorios, que decía mi madre cuando algún tema le parecía peliagudo.

Dice el Gobierno, por boca del Rey, que “solo superaremos las dificultades actuales actuando unidos, caminando juntos, aunando nuestras voces, remando a la vez”.
Totalmente de acuerdo, pero con un matiz muy importante: ¿en qué dirección remamos? ¿En la que nos marca este gobierno de neoliberales y que nos lleva derechos a la destrucción del estado de bienestar? Lamento mucho decirle a Su Majestad que para remar en ese camino no cuente con mis brazos.

A continuación afirma que “Estamos en un momento decisivo para el futuro de Europa y de España y para asegurar o arruinar el bienestar que tanto nos ha costado alcanzar.” Ahí estoy totalmente de acuerdo, el problema es que este gobierno nos lleva directos a “arruinar” y no a “asegurar” ese bienestar.

Y más adelante asegura: “No son estos tiempos buenos para escudriñar en las esencias ni para debatir si son galgos o podencos quienes amenazan nuestro modelo de convivencia.” Y aquí mi discrepancia es total y absoluta con el Rey (es decir con el Gobierno). Es que, Majestad, en la diferencia entre “galgos y podencos” nos jugamos mucho. No es ni mucho menos lo mismo una salida de la crisis que nos atenaza mediante medidas neoliberales, que pongan la prioridad en el recorte del gasto y en el control de déficit público, siempre a costa de los mismos, lo que llevará sin remedio a la destrucción del estado de bienestar (podencos); que otro camino (los galgos), que lo haga priorizando el mantenimiento de las conquistas sociales tan difícilmente conseguidas por los españoles en los últimos 30 años, mediante políticas fiscales progresistas y progresivas que hagan pagar más al que más tiene.

Pero es que además, eso de que “No son estos tiempos buenos para escudriñar en las esencias ni para debatir….”, tiene un tufillo antidemocrático que no me gusta un pelo, pues precisamente la esencia de una sociedad democrática es la contraposición de distintas formas de hacer política, sobre la que los ciudadanos se tienen que pronunciar en las elecciones.
La frasecita me recuerda demasiado las estrofas de un himno fascista que decía algo así como “todos juntos en unión, defendiendo la bandera de la santa tradición”.

Así que por favor, señores del Gobierno, no utilicen la figura del Rey para hacernos comulgar con ruedas de molino.

ANEXO 24/09/2012
El Rey entregó en mano el texto a Mariano Rajoy el lunes, durante el despacho que mantienen habitualmente ese día ambos en el palacio de La Zarzuela. El presidente del Gobierno no cambió ni una coma y estuvo de acuerdo con su difusión. Y es que don Juan Carlos está sujeto a lo que marca la Constitución y el Ejecutivo. Sus discursos los escribe el Gobierno, salvo el de Navidad, que se redacta en su secretaría aunque posteriormente se pide el plácet del Ejecutivo.
EL PAÍS 24/09/12





domingo, 2 de septiembre de 2012

Programas incumplidos o estafa electoral

La "democracia representativa" es el menos malo de los sistemas de gobierno que de momento se conocen. Mediante este sistema, el pueblo (demos) ostenta el poder (kratos) ejerciendo su soberanía mediante representantes políticos elegidos de forma periódica por el procedimiento de elección universal, directa y secreta. En las modernas democracias burguesas occidentales, estos representantes están encuadrados en partidos políticos, y se presentan ante los ciudadanos con distintos programas electorales que, se supone, van a constituir su línea de actuación en el gobierno, en el caso de que el pueblo les elija para ejercerlo. La ciencia política ha desarrollado diversos procedimientos para trasladar el voto de los ciudadanos al número de parlamentarios de cada una de las formaciones políticas.
En concreto, en España, esta traslación se hace mediante un procedimiento matemático conocido como Sistema D'Hont, corregido mediante unos porcentajes de exclusión que tienen como objetivo teórico evitar la excesiva atomización de las cámaras legislativas, y que en la práctica favorece a los grandes partidos, o a los pequeños que se presentan solamente en un limitado número de circunscripciones electorales.

Mediante este sistema, que tiene sus defectos pero que es el que de momento está establecido en nuestra Constitución de 1978 y en las subsiguientes leyes electorales que la desarrollan, hace escasamente un año el Partido Popular, con don Mariano Rajoy como "cabeza de cartel", fue elegido por los españoles para gobernar el país con "mayoría absoluta".
Este partido, que en la sociedad española representa a una amplia gama del espectro político que va desde el centro hasta la extrema derecha, se presentó a las elecciones con un programa electoral bastante ambiguo en cuanto a los contenidos, y muy abstruso en cuanto a las formas, de modo que no había manera de saber exactamente y con claridad que es lo que iban a hacer en el caso de ganar las elecciones.

A pesar de este "ocultismo electoral", a lo largo de la campaña, y en el único debate entre los dos principales candidatos, se pudieron ir conociendo algunos aspectos del mismo. Sobre todo, algunas de las que el señor Rajoy llamó "líneas rojas" y que, según afirmó con esa rotundidad y solemnidad que caracteriza a los dirigentes de la derecha española, "jamas traspasaría":
Nunca subiría impuestos, y no se tocarían ni la educación, ni la sanidad, ni las pensiones.

¡JODER CON LAS LÍNEAS ROJAS!

Respecto a los impuestos, en menos de un año, ha incrementado el IRPF y el IVA.
En educación, se ha cargado la asignatura de educación para la ciudadanía y los derechos humanos, ha modificado la ratio profesor alumnos, se ha cargado a un montón de profesores interinos, ha incrementado el número de horas al profesorado y les ha bajado el sueldo a los docentes de la escuela pública. Y no se sabe que van a hacer con el cuarto curso de ESO.
En sanidad, también ha disminuido personal y les ha reducido el salario, y ha excluido de un plumazo a un gran número de beneficiarios del sistema público de sanidad, cargándose el principio de universalidad del mismo; y su ministro de justicia, el otrora representante del sector "progresista del PP" (si es que hay un sector progresista) señor Gallardón, la tiene tomada con la legislación sobre el aborto, y veremos en que termina.
Solamente le quedan las pensiones, y ¡veremos qué pasa antes del 31 de diciembre!
Si en una democracia representativa como la nuestra, los programas electorales con los que los partidos se presentan ante los ciudadanos periódicamente, se pueden considerar un "contrato verbal" entre estos y sus representantes democráticamente elegidos, lo ocurrido durante este año se puede considerar una auténtica "estafa electoral". En el ámbito civil, las estafas o los incumplimientos de contratos, se resuelven en los tribunales de justicia. En el político, se resuelven en las urnas.

En conclusión, si queremos que nuestro sistema político sea en verdad democrático; si no queremos que los ciudadanos cada día se alejen más de la "cosa pública" y se incremente peligrosamente la sensación de que la "política" no sirve para resolver los problemas del pueblo al que se debe, el señor Rajoy debería disolver las cámaras y convocar elecciones, presentándose ante los electores con un programa electoral que contenga lo que de verdad pretende hacer con este país.