La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

domingo, 4 de abril de 2010

Hoy toca la de "cal"

Tras la "metedura de pata" de ayer, hoy toca salir en tromba con la de cal y apoyar sin fisuras al jefe.

Yo por mi parte, vuelvo a insistir, como lo hacía en mi artículo de ayer, que lo que denunciamos y denuncian la mayoría de los medios de comunicación del mundo entero, no son "los tropiezos de algunos clérigos católicos" (Carlos Amigo dixit), que como dice el tango, "cualquiera da en la vida", sino la orden de silencio y ocultación que desde la jerarquía católica se ha querido imponer y se ha impuesto sobre estos abusos o "tropiezos".

Para tratar los crímenes de "incitación a las cosas turbias", según los llamaba el Código Canónico de 1917, fue publicada por el Vaticano en 1922 una instrucción especial y completamente secreta, firmada por Pío XI y titulada Crimen sollicitationis (delitos de insinuación). La citada instruccción imponía un "vínculo absoluto de secreto" tanto para las causas abiertas como para lo relativo al propio documento. Los imputados, pero también las víctimas y los testigos, se arriesgaban a la excomunión si hablaban, y las actas debían ser destruidas.
En 1962, el cardenal Alfredo Ottaviani revisó aquel texto y posteriormente, en 1983, el Vaticano renovó el Código de Derecho Canónico. Como consecuencia, la Congregación para la Doctrina de la Fe actualizó y revisó parcialmente en 2001 la Crimen sollicitationis con una carta secreta firmada por Joseph Ratzinger, prefecto, en la actualidad Benedicto XVI, y Tarcisio Bertone, secretario, actual Secretario de estado del Vaticano. La carta se subtitulaba De delictis gravioribus (Sobre los delitos más graves), y pese a las dulces versiones ofrecidas estos días por los asediados jerarcas vaticanos, se reafirmaron en las viejas intenciones del legislador católico respecto a la pederastia y el sexo célibe, con una salvedad: establecía que los 10 años para la prescripción empezaran a contar una vez que el menor abusado cumpla 18 años.
La citada carte ordenaba a los obispos trasladar los casos a la Congregación, pero no endureció las penas contra la pederastia, ni animó a los obispos a denunciar en la justicia ordinaria. Según fuentes vaticanas que asistieron a la redacción de la carta, el papa Wojtila no permitió a Ratzinger ir más allá. Seguía rigiendo, por tanto, el Código Canónico, con distintas penas según la gravedad del delito: "Suspensión temporal, prohibición, privación y, en los más graves, terminación del estado clerical".
¡Toma tremendos castigos para un crimen horrendo!
Pero en la Iglesia cuentan los usos y costumbres. La Santa Sede siempre ha sostenido que un obispo no debía denunciar a la justicia civil a un sacerdote que haya admitidoun crimen de pedofilia. La fórmula se conoce como la doctrina Bertone. Y fue explicada en 2001 por el actual número dos del Vaticano en una entrevista a la revista católica 30 Giorni. "No excluyo que en algunos casos pueda darse una forma de colaboración entre la autoridad eclesial y la magistratura", declaraba Bertone. "Pero no tiene fundamento que un obispo, por ejemplo, sea obligado a ir a la magistratura civil para denunciar al sacerdote".
Esto es lo que es intolerable y lo que todo el mundo está denunciando

1 comentario:

  1. Ahora salen con un documento del año ¿2003? en el que dice que había que poner a los abusadores y pederastas en manos de la justicia
    ¿Dónde estaba ese documento hasta ahora?¿A cuántos curas "pecadores" han puesto a disposición de la justicia?
    Todo patrañas, ahora que se ha descubirto el "pastel"

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